El símbolo de la serpiente crucificada es un antiguo emblema alquímico que tiene sus raíces en la historia bíblica de Moisés. Según el relato, Moisés erigió una serpiente de bronce como remedio contra el veneno de las serpientes que afligían al pueblo de Israel. Esta serpiente de bronce, conocida como Nejustán (en hebreo: נחושתן o נחש הנחושת), guarda un paralelismo con símbolos antiguos como la vara de Asclepio griega (a menudo confundida con el caduceo) y ha sido interpretada como una manifestación del mismo arquetipo universal.
El origen de este símbolo se encuentra en el libro de Números (21:5-9), donde se relata lo siguiente:
"Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: ‘¿Por qué nos habéis subido de Egipto para morir en el desierto? Pues no tenemos ni pan ni agua, y estamos cansados de ese manjar miserable.’ Envió entonces Yahveh contra el pueblo serpientes abrasadoras, que mordían al pueblo; y murió mucha gente de Israel. El pueblo fue a decirle a Moisés: ‘Hemos pecado por haber hablado contra Yahveh y contra ti. Intercede ante Yahveh para que aparte de nosotros las serpientes.’ Moisés intercedió por el pueblo. Y dijo Yahveh a Moisés: ‘Hazte un Abrasador y ponlo sobre un mástil. Todo el que haya sido mordido y lo mire, vivirá.’ Hizo Moisés una serpiente de bronce y la puso en un mástil. Y si una serpiente mordía a un hombre y este miraba la serpiente de bronce, quedaba con vida."
Con el tiempo, sin embargo, la serpiente de bronce, originalmente un instrumento de salvación, se convirtió en un objeto de idolatría. A pesar de los esfuerzos de sacerdotes, reyes y profetas, su culto persistió. No fue hasta el reinado de Ezequías de Judá (716 a. C. - 687 a. C.) que se logró erradicar este culto. Ezequías, con gran determinación, destruyó todos los ídolos, incluido Nejustán, tal como se relata en 2 Reyes (18:4):
"Él fue quien retiró los santuarios, derribó las estelas y cortó los cipos sagrados. Hizo pedazos la serpiente de bronce que Moisés había hecho, pues hasta entonces los israelitas habían quemado incienso en su honor; la llamaban Nejustán."
La Cruz Flamel y su conexión con la serpiente crucificada
La Cruz Flamel, comúnmente asociada con el famoso alquimista Nicolás Flamel, es otro símbolo que guarda una estrecha relación con la serpiente crucificada. Flamel, cuya reputación póstuma como alquimista incluye la creencia de que logró crear la Piedra Filosofal, utilizó símbolos como la serpiente en la cruz para representar los procesos alquímicos fundamentales.
Este simbolismo también se relaciona con la idea de muerte y renacimiento, un tema recurrente en la alquimia. La serpiente, al ser crucificada, representa la muerte de lo viejo y corrupto, dando paso a una nueva forma de existencia purificada y elevada. Este proceso es esencial en la búsqueda de la Piedra Filosofal, que no solo se consideraba un elixir de la vida, sino también un símbolo de perfección espiritual.
Interpretación ampliada del simbolismo alquímico
La serpiente crucificada no solo representa la transformación de lo volátil en algo estable, sino que también encarna el equilibrio entre fuerzas opuestas: lo terrenal y lo divino, lo material y lo espiritual. En este sentido, la crucifixión de la serpiente puede verse como un acto de unificación de los opuestos, un concepto central en la filosofía alquímica.
Además, la serpiente en la cruz también puede interpretarse como una representación del caduceo, el bastón entrelazado por dos serpientes que simboliza el equilibrio y la armonía. Este símbolo, asociado con Hermes (el dios griego de la alquimia), refuerza la idea de que la serpiente crucificada es un emblema de transformación y trascendencia.
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