martes, 18 de febrero de 2014

Dioniso - Baco

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El dios Dioniso para los griegos o Baco para los romanos, es uno de los más populares de aquellos que son llamados “dioses menores” en el panteón olímpico, hijo de Zeus y de una princesa mortal, Sémele, hija del rey Cadmo de Tebas, fue criado por su tía Ino y más tarde por las ninfas del monte Nisa, siendo aún un jovencito Dioniso descubrió la forma de obtener vino de las uvas y desde ese momento fue recorriendo el mundo enseñando el arte de la viticultura, acompañado por un séquito de sátiros, ménades y silenos. En sus numerosas aventuras y conquistas, Dioniso, no solo expande la cultura griega a través del mundo, sino que también conoce a la bella Ariadna casándose con ella.

Dioniso era el dios del vino y la personificación de las bendiciones de la naturaleza en general. Las representaciones de Dioniso son de dos tipos. Según las primeras concepciones, aparece como un hombre serio y digno en la flor de la vida; su semblante es serio, atento y benevolente; él usa una barba completa, y se cubre de pies a cabeza con el atuendo de un monarca oriental. Pero los escultores de un período posterior lo representan como un joven de singular belleza, aunque de apariencia algo afeminada; la expresión del semblante es gentil y ganadora; las extremidades son flexibles y moldeadas con gracia; y el cabello, que está adornado con una corona de hojas de enredadera o hiedra, cae sobre los hombros en largos rizos. De ahí la apariencia, como un eterno adolescente, simbolizando el espíritu de energía, astucia y sabiduría, arquetipo del embaucador presente en todas las mitologías del mundo. En una mano lleva el tirso, y en la otra una copa con dos asas llamada lécito o lekythos, siendo estos sus atributos distintivos. 

A menudo se representa a Dioniso montado en una pantera o sentado en un carro tirado por leones. Fue considerado como el mecenas del drama. También era una divinidad profética y poseía oráculos. El tigre, el lince, la pantera, el delfín, la serpiente y el asno eran sagrados para Dioniso. Sus plantas favoritas eran la vid, la hiedra, el laurel y los asfódelos. Sus sacrificios consistieron en cabras, probablemente por ser destructivas para los viñedos. 


El mito de Dioniso - Baco dios del vino 


La historia de Dioniso, hijo de Zeus y Sémele es esta, muerta su madre, cuando aún estaba en cinta de él, es salvado por Zeus colocándolo en su muslo, en el que permaneció todo el tiempo que le faltaba a su madre para darle a luz; por cuya causa a Dioniso-Baco se le llamó bimater, es decir, hijo de dos madres. En otros autores la ninfa Dirce, hija del río Aqueloo, lo libró del incendio que consumía a su madre, Dioniso, así que al nacer fue confiado a los cuidados de Ino, su tía, y luego a los de las ninfas de Nisa: según el autor Luciano, Mercurio lo condujo al instante que nació a las ninfas de Nisa en Arabia. Apolonio cuenta que fue entregado a una ninfa de la isla de Eubea: otros autores suponen que fue llevado a la isla de Naxos por la ménade Clite, la náyade Filia y Foroneo.

Pausanias refiere una tradición que se conservaba en Brasias, villa de Laconia, en el Peloponeso. Cadmo, dice, noticioso de los amores de su hija Sémele, la hizo encerrar con su hijo en un arca y mandó la arrojarán al mar: flotando el arca sobre las aguas, estas la echaron a las costas de Brasias, cuyos habitantes la hallaron, habiendo muerto Sémele, pero no su hijo, que todavía daba señales de vida: salvando a este, cuidaron luego de su infancia. La tradición más admitida es que Dioniso, al momento de nacer, pasó a poder de Ino, su tía, la cual lo educó con el auxilio de las Horas, las Híades y las Ninfas hasta que estuvo en edad de ser instruido por las Musas y Sileno. Durante su infancia, Baco fue perseguido por el odio de Juno, rival de Sémele, enviándole mientras dormía una anfisbena, serpiente de dos cabezas, que el dios mató entre sus manos.

Del cuidado de las ninfas, Dioniso pasó al de las Musas y Sileno; iniciándole aquellas en el conocimiento de las bellas artes y sobre todo en la armonía y el baile. Sileno le instruyó además en el cultivo de la vid y en la fabricación del vino. Según otros autores, este arbusto precioso nació del cuerpo del joven sátiro Ampelo (Ampelos en griego significa vid) favorito de Dioniso.

El dios llegado a mayor edad partió para el Oriente decidido a llevar a estas lejanas regiones la civilización y el arte de hacer el vino. Acompañado de las Horas, las Ninfas, cambiadas luego en las estrellas Híades, y de Sileno; lo fue igualmente en esta expedición de los Silenos, los Panes, los Fáunicos, como también de los Cabiros de Samotracia, los Coribantes, los Cúreles, ministros de Cibeles y por último de Aristeo, el inventor de la miel. Con todo este séquito arribó a las Indias, en donde luchó con buen éxito, pues impuso sus leyes a todos los pueblos de esta vastísima península.

Según dice un mitólogo, el dios, haciendo un cambio repentino de itinerario, marchó a Siria, deteniéndose poco tiempo en las márgenes del río Orontes, llamado primero Typhon, en la corte del rey Staphylo (racimo), padre de Botrys (la uva), esposo de Methe (la embriaguez), que tenía por oficial primero de su palacio a Pithos (el tonel).

Baco, vencedor de la India y de todas las regiones que la separan del Asia anterior, dio la vuelta hacia el Oeste. En Tiro hizo sus regalos a Hércules, con quien más tarde empeñó una lucha, que se decidió en su favor. En Berilo disputó a Neptuno la mano de la hermosa Beroe que al fin Júpiter adjudicó al dios de las aguas. Marchando en seguida a Creta, se detuvo en Naxos, donde quedándose dormido en la playa, iba a ser robado por los piratas Tirrenios, cuando una resplandeciente transfiguración revela a los impíos que su cautivo era un dios. Entonces, arrojándose ellos en las aguas, son metamorfoseados en delfines, menos Acete, su jefe, que librado él, solo de la suerte de sus compañeros, empezó a predicar que solo Dioniso era el hijo divino de Sémele. Ya en Beocia, Dioniso vuelve a su patria natal; los Tebanos le acogen con júbilo, más Penteo, rey entonces de Tebas, se irrita del entusiasmo que causa el nuevo culto y hace que Dioniso, o más bien Acete, sea reducido a prisión. Apenas la noche comienza, cuando las cadenas de Acete caen hechas pedazos y las puertas se abren girando sobre sus goznes sin causar ruido: Acete quedó libre. Las tres hijas de Cadmo, en un acceso de frenesí, hicieron pedazos a Penteo en las fiestas de las Bacanales, creyendo que despedazaban un novillo. Pero las Miniades por haberse burlado de sus ceremonias, fueron metamorfoseadas en murciélagos. Dioniso, viniendo en seguida al Peloponeso, recibió de Icario la más afectuosa hospitalidad. Se metamorfoseó en un racimo de uvas para seducir a Erigona, hija de Icario. En las cercanías de Patras, en Acaía, los Panes le tendieron lazos, hallándose expuesto a grandes peligros. En Argos tuvo que sostener un combate con Perseo, en el que perdió bajo los muros de la población, muchas de sus Bacantes: finalmente, Mercurio descendió de los cielos, para reconciliar al héroe con el dios, y lo consiguió.

Probablemente, hacia esta época se debe colocar el arribo de Dioniso en la isla de Naxos, aunque otros autores dicen que llegó de su regreso de la India en tiempo de su travesía de Asia a Europa. Dioniso encontró en esta isla a Ariadna, hija de Minos, rey de Creta, a Ariadna, que acababa de ser abandonada por Teseo. Condolido de sus lágrimas y seducido por sus encantos, la hizo su esposa, regalándole una corona de oro engastada en pedrería, obra maestra de Vulcano, corona que por muerte de Ariadna fue puesta en el rango de las constelaciones.

En Delfos, Dioniso, fue admitido al honor de compartir con Apolo el privilegio de dar oráculos. Sin embargo, sus peregrinaciones aún no habían terminado. Según algunos, entonces y no durante su expedición a las Indias, fue atacado de locura: Juno, dicen los mitólogos, le envió este acceso de delirio, el cual le impulsó a recorrer toda la tierra. En Egipto se presentó en la corte del rey Proteo. En Tracia, el rey Licurgo tuvo que castigarle, no pudiendo volver allí hasta que le obligó a que se fugara. En Frigia, en la villa de Cibeles, a donde vino, fue admitido por la diosa del mismo nombre (Cibeles) en las iniciaciones y misterios.

Tal fue Dioniso en la tierra, en el cielo, bien antes o bien después de estos sucesos, tomó parte en la guerra de los dioses metamorfoseándose en león y bajo cuya forma hizo pedazos a Beco. Según otros autores los gigantes dan muerte a Dioniso: entonces Minerva coge su cabeza palpitante, la presenta a Júpiter, quien recogiendo sus esparcidos miembros, vuelve a la vida a su hijo, después que este ha pasado tres días en el imperio de la negra Proserpina.

El culto de Baco fue general en las Indias, en Tracia y en toda Grecia. Se celebraban en su honor muchas fiestas, siendo magníficas en Atenas las Bacanales, sus sacerdotisas se llamaban Bacantes.

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