sábado, 28 de noviembre de 2015

Aracne y el origen de la araña




O folle Aragne, si vedea io te, Giá mezza aragna, trista in su gli stracci
 Dell opera che mal per te si fel. 

¡Oh insensata Aracne! También a ti te veía, medio convertida en araña, yaciendo sobre los destrozados restos de la obra que tejiste en tu propio daño. 
           Purgatorio, Canto XII, v. 43, 44 Y 45. La divina comedia -Dante Alighieri-.

El mito nos dice que Aracne era una bella joven de Lydia -se decía- fue una princesa que en su arrogancia ofendió a la diosa Atenea (Minerva en la mitología romana) y por ello sufrió terribles consecuencias. La historia de su orgullo desdeñoso y arrogante se contó a lo largo de la antigua Grecia y ayudó a servir como una advertencia a todos los mortales: debían guardar respeto a los dioses. La joven Aracne estaba verdaderamente dotada en el arte de tejer, sus tejidos terminados eran hermosos a la vista, pero no solo esto, sino que su mismo acto de tejer era un espectáculo para los ojos. Las ninfas del bosque se decía abandonaban sus quehaceres para venir a observar a Aracne practicar su magia y se maravillaban de su talento.

Tan notables eran sus obras que los observadores a menudo comentaban que ella debía haber sido entrenada por la diosa Atenea en el arte de tejer. Aracne se burló de esto con desdén, pues estaba disgustada, por haber sido colocada en un lugar inferior a la diosa y descaradamente proclamó que la propia Atenea no podía hacerlo mejor que ella. Atenea oyó esto y quedo perturbada por la audaz afirmación de Aracne, pero decidió darle a la joven una oportunidad de redimirse. Tomando la forma de una anciana, fue junto a Aracne y de una manera amistosa le advirtió que tuviera cuidado en no ofender a los dioses, y provocar su ira. Pero Aracne dijo impetuosamente a la anciana que su arte era muy superior al de Atenea. Añadió que estaba dispuesta a medir habilidades en un concurso de tejido con la diosa y si perdía sufriría cualquier castigo que le imponga.

Fue entonces cuando Atenea dejó caer su disfraz y reveló su verdadera identidad. Las ninfas y otros caminantes que habían venido a admirar el tejido de Aracne se encogieron de miedo y cayeron de rodillas en reverencia a la diosa del Olimpo, pero solo Aracne era indiferente. Ella se había jactado y no pensaba dar marcha atrás sin importarle las consecuencias. Así de vanidosa y arrogante era Aracne y debía aprender una lección. Las concursantes tomaron sus puestos y uniendo sus redes a ​​las vigas -la mortal a su telar, la diosa al suyo-. Atenea tejió en el telar, la escena de Poseidón sobre la ciudad de Atenas; un hermoso panorama que mostraba a Poseidón y un manantial de agua salada y a la misma Atenea con un olivo de regalo, para las personas que nombrarían a la ciudad en su honor y la dejaban bajo su protección. Los espectadores se maravillaron de la obra así como la destreza y velocidad con la que fue hecha, la diosa se aseguró de insertar en las cuatro esquinas, historias que ilustraban el disgusto de los dioses con los mortales presuntuosos que se habían atrevido a enfrentarse a ellos. Esto como advertencia a Aracne para que renuncie a la competencia antes de que fuera demasiado tarde.

Aracne, por su parte, creó un tapiz que mostraba escenas de Zeus en sus varias infidelidades: Leda con el cisne, Europa con el toro, Dánae y la lluvia de oro. Tan exquisita fue la obra que la propia Atenea se vio obligada a admitir que la labor de Aracne era perfecta, más enfurecida por el desafío, así como por la presunción de elección de los temas, Atenea arrancó el tapiz y lo hizo pedazos junto al telar, luego tocó la frente de Aracne, asegurándose de que sienta culpa de sus acciones. Aracne, finalmente se dio cuenta de su locura y consumida de pena, se escapó y ahorcó. Con todo lo sucedido Atenea se apiadó de la mortal colgante -pues no esperaba intentara matarse- y le dirigió estas palabras -Vive insolente Aracne, pero estarás siempre colgada de esta forma como tus descendientes, pero no ya como un ser humano, sino como una araña-. Y la roció con el jugo de una yerba envenenada, convirtiéndola en araña. Como escarmiento tanto para ella como para sus descendientes, que estarían destinados a estar colgados para siempre y tejer sus telas.

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El simbolismo de la araña


En la araña coinciden tres sentidos simbólicos distintos, que se superponen, confunden o disciernen según los casos, dominando uno de ellos. Son el de la capacidad creadora de la araña, al tejer su tela; el de su agresividad; y el de la propia tela, como red espiral dotada de un centro. La araña en su tela es un símbolo del centro del mundo y en ese sentido es considerada en la India como Maya, la eterna tejedora del velo de las ilusiones; la destructividad del insecto no hace sino ratificar ese simbolismo de lo fenomé­nico. Por esta causa se puede decir que las arañas, destruyendo y construyendo sin cesar, simbolizan la inversión continua a través de la que se mantiene en equilibrio la vida del cosmos; así, pues, el simbolismo de la araña penetra profundamente en la vida humana para significar aquel «sacrificio continuo», mediante el cual el hombre se transforma sin cesar durante su existencia; e incluso la misma muerte se limita a devanar una vida antigua para hilar otra nueva. Se considera la araña como animal lunar, a causa de que la luna (por su carácter pasivo, de luz reflejada; y por sus fases, afirmativa y negativa, creciente y decreciente) corresponde a la esfera de la manifestación fenoménica (y en lo psíquico a la imaginación). Así, la luna, por el hecho de regir todas las formas (en cuanto apariciones y desapariciones), teje todos los destinos, por lo cual aparece en muchos mitos como una inmensa araña.

El simbolismo de la telaraña


Aparte de su relación con la araña, su simbolismo es el mismo que el del tejido en general. Por su forma espiral presenta también la idea de creación y desenvolvimiento, de rueda y de centro. Pero en este espera la destrucción y la agresión. La telaraña con la araña en medio simboliza, pues, lo mismo que la Medusa Gorgona representada en el centro de algunos mosaicos: es el torbellino devorador. Probablemente, un símbolo de la intuición negativa del universo, que ve el mal no solamente en la periferia de la rueda de las transformaciones, sino en su propio centro, es decir, en su origen. Noción gnóstica.

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