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domingo, 14 de septiembre de 2014

La leyenda de San Cristóbal

la vida y leyenda de San Cristobal


Bien podría ser llamado el Santo Gigante.  Él era de la tierra de Canaán y antes de realizar los actos que le daban derecho a su santidad fue llamado Offero u Offerus -que significa el portador-.  Estaba orgulloso de su gran tamaño y fuerza, pero a pesar de esto, su pobreza lo obligó a convertirse en un siervo.  Así decidió que, solamente el monarca más poderoso de la tierra, debería ser su amo y fue a buscarlo.  Al fin, después de muchos días de vagabundeo llegó a la corte de un rey que decía sobresalir sobre todos los demás en poder y riqueza y le ofreció sus servicios.

El rey lo aceptó de buena gana porque ningún otro monarca de toda la tierra podía jactarse de un siervo tal.  Ahora como Offero no sabía nada del poder de Cristo y Satanás supuso que su amo no temía a nadie, ya que era el monarca más grande de la tierra; pero un día mientras estaba a su lado, un juglar que cantaba, mencionaba con frecuencia el nombre de Satanás y cada vez que lo hacía, el rey se estremecía y se santiguaba.  Offero preguntó el significado de esto y cuando el rey no respondió dijo:

-Si tú no me respondes a esto, yo te dejo- 

Entonces el rey dijo -Hago esta señal para que Satanás no pueda tener poder sobre mí, porque él es muy poderoso y tan malvado como fuerte y temo que me vencerá-

Entonces Offero se sintió engañado y dijo:

  -Ya que es aquel a quien temes, yo lo buscaré y serviré, porque mi maestro no debe temer a nadie-

Así que vagó de nuevo en busca de Satanás; y cruzando un gran desierto, vio a un ser horrible con la apariencia de gran poder, que marchaba a la cabeza de una legión armada. Él no parecía darse cuenta del gran tamaño de Offero y con un aire de autoridad dijo:
  
-¿A dónde vas, y que buscas?

- entonces dijo Offero -Deseo encontrar a Satanás, porque he oído que él es el más poderoso de toda la tierra y tenerlo por amo-

Satanás, muy complacido, le respondió:

-Yo soy y tu servicio será una tarea fácil y agradable-

Offero luego se inclinó ante él y se unió a sus seguidores. Después de un tiempo cuando salieron adelante llegaron a una cruz, erigida en el borde del camino, donde se reunían cuatro caminos. Cuando el Diablo vio esto se volvió y con gran prisa y miedo, se fue a gran distancia del camino para evitar la cruz. Entonces dijo Offero

-¿Por qué es esto? ¿Qué es esta cruz? Y ¿Por qué la evitas?-

Pero Satanás no habló. Entonces dijo Offero -si no me contestas yo debo dejarte-.
Obligado, el maligno respondió: -Temo a la cruz, porque en ella murió Jesús- 
Entonces dijo Offero -Dime, ¿quién es este Jesús?, porque le temes, si es más fuerte que tú, yo lo buscaré y serviré-.

Así que dejó a Satanás, y vagó muchos días en busca de Cristo. Por fin llegó a un ermitaño a quien suplicó que le dijera dónde podría encontrar a Cristo, entonces el ermitaño al ver que él no sabía nada de Jesús, comenzó a enseñarle, y le dijo:  


-Tú eres justo en la creencia de que Cristo es el rey más grande, porque su poder se extiende sobre el cielo y la tierra y perdurará por toda la eternidad. 

Pero ¿No le servirás a la ligera, y si él te acepta, impondrá grandes deberes sobre ti, y te requerirá a menudo?-

Entonces dijo Offero -Es mi fuerza la que me hace un buen sirviente: ¿por qué debo ayunar?-. -Y además, has de rezar-, dijo el ermitaño.  

-Yo no sé cómo orar, ni voy a aprender, dicho servicio es para los débiles, pero no para mí- dijo el gigante orgulloso.

Entonces dijo el ermitaño -Si quieres usar tu poder:

 ¿Sabes hay un río profundo, que es a menudo hinchado con las lluvias, y posee una rápida corriente que lleva a muchos de aquellos que intentan cruzarlo?-.

Offero dijo -Sé de tal corriente, iré allí-.

Dijo el ermitaño -y ayuda a aquellos que luchan con sus olas y a los débiles y a los más pequeños, llévalos de orilla a orilla, sobre tus hombros anchos. Este es un buen trabajo y si Cristo usa de ti para este servicio, de seguro tienes su aceptación -.

Luego fue Offero alegre, porque esta era una tarea que le sentaba bien. Así que fue al río y construyo una choza de ramas de árboles. Y ayudó a todos los que vinieron y a muchos llevaba sobre sus hombros y nunca estaba cansado de día o de noche en la asistencia de los que cruzaban el río. Y después de que comenzó su trabajo nadie más pereció, por la corriente. Para sostenerse mientras llevaba a las personas se equipó con un cayado, hecho con una palmera que arranco del bosque, ya que no era demasiado grande para su gran estatura y fuerza. 

Cuando Jesús vio esto, se alegró con Offero y su trabajo, pues aunque él no sabía ni rezar, pero aun así encontró una manera de servirlo. Por fin mientras descansaba una noche en su choza, oyó una voz como la de un niño débil, y dijo

 -Offero, ¿me has de llevar otra vez?-

Y salió rápidamente, pero no encontró a nadie. Para cuando se había recostado de nuevo, la misma voz lo llamó como antes y en la tercera convocatoria se levantó y buscó con una antorcha. Por fin encontró un pequeño niño que rogaba  

-Offero, Offero, me llevas más esta noche-.

Él lo levantó y llevando su equipo comenzó a cruzar el río. Inmediatamente, soplaron los vientos, las olas fueron haciéndose más fuertes, y el rugido de las aguas era como de muchos truenos, y el pequeño niño se hacía pesado y más pesado, hasta Offero temía hundirse a sí mismo y morir ambos. Pero con la ayuda del cayado de palmas, por fin cruzó y puso su carga en forma segura al otro lado.

Entonces gritó:

Niño pesas de tal modo que me parece llevo el mundo encima.  A lo que el niño contesto Has de saber que no solo llevas al mundo, sino al creador del mundo. Yo soy el Cristo tu Señor y tu Dios a quien debes servir.  Te bautizo en nombre de mi Padre, en mi nombre propio, y en nombre del Espíritu Santo. De hoy en adelante te llamarás Cristóbal, que quiere decir: Que lleva a Cristo. Como muestra de mi poder y mi aprobación hacia ti, arreglaré tu cayado, ponlo en la tierra, y pasará a crecer y dar fruto.

Offero así lo hizo y el cayado fue rápidamente cubierto de hojas, y los frutos colgaban en grandes racimos sobre ella.  Pero el niño maravilloso se había ido. Entonces Offero sabía que era Cristo y cayó de rodillas y lo adoro.  Después de eso, Offero fue a Samos, donde había una gran persecución hacia los cristianos, y a pesar de su gran fuerza, un pagano lo golpeó, cuando dijo: 

-Si yo no fuera cristiano, me vengaría de ti-. 
 
Él se permitió ser atado y llevado a Dagnus, el rey de Licia, en el país de Samos.  A la vista de aquel gigante el rey se desmayó. Cuando volvió en sí le dijo:

-¿Quién eres tú?- y el gigante respondió: -Mi primer nombre fue Offero, ahora soy Cristóbal, pues, lleve a Cristo en mis hombros-
 
Dagnus lo envió a la cárcel, y trató de seducirlo hacia la idolatría enviándole las mujeres más hermosas, instándolo a pecar. Pero Cristobal era fiel, y por su influencia las mujeres se hicieron cristianas, y sufrieron la muerte porque ellas también, adoraron a Jesús.  Entonces Dagnus lo torturó en gran medida y mando que fuera asaetado.

Se cumplió la orden, pero realizándose el prodigio de que las flechas disparadas quedaban suspendidas en el aire, mirándolas con faz risueña, mientras la cólera del rey no tenía límites. Sucedió que en un disparo hirieron las flechas los ojos del rey, que quedo ciego en el acto, y para poner término a aquel espectáculo mando fuese ser decapitado Cristóbal. Entonces este le dijo que, se curaría de la ceguera, si después que fuese cortada su cabeza tomaba un poco de su sangre y mojase con ella sus parpados. Así lo hizo el rey presenciando la multitud de gentes el prodigio de que instantáneamente recobrase la vista.

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